La piel como bien sabes forma parte de las barreras que nos protegen del exterior, juntamente con el pulmón, nariz, orejas, sistema urogenital e intestino.

Si anteriormente decíamos que el intestino desplegado ocuparía entre 200 y 300 m2 representando un 80% aproximadamente del sistema inmunitario, la piel sería la siguiente estructura más grande con unos 3 m2, representando el 5% de nuestras defensas corporales.

¿Y sabías que hay una conexión entre todas estas mucosas denominado sistema inmunitario común de mucosas? Y esto es muy importante, ya que lo que sucede en una de estas mucosas también se expresarán en las otras. Es decir, si el intestino que representa un 80% de este sistema padece una inflamación de bajo grado o una disbiosis y no puede realizar correctamente su función, ¿cómo crees que responderá la piel y las otras mucosas? Efectivamente, también se inflamarán y responderán a esa irritación alterando también su microbiota.

¿Has notado como cambia tu piel según lo que comes, o según cómo duermes, o según el estrés que vives, o incluso según el estado de ánimo en el que estás…?

Las funciones principales de la piel son:

  • Barrera entre el medio interno y externo para la protección contra agresiones físicas, químicas y microbiológicas
  • Es un órgano de percepción, termorregulación, evaporación
  • Realiza biosíntesis de vitamina D
  • Absorbe sustancias intercelulares y transcelulares
  • Almacena grasa, excreta a través de glándulas sudoríparas y secreta de sebo
  • Es un componente integral del sistema inmunitario

La piel es un sistema que se compone de elementos estáticos, formado por las células que son parte anatómica de la estructura de la piel, entre las que se encuentran los queratinocitos, los fibroblastos y las endoteliales, las cuales proporcionan la base de las reacciones inmunitarias; y, también, de componentes dinámicos, como los leucocitos, y las células presentadoras de antígeno (las de Langerhans, las dendríticas, los macrófagos y los linfocitos T), que tienen un tiempo limitado de permanencia en la piel.

Y lo más importante la piel es un ecosistema en el que conviven infinidad de microorganismos que viven con nosotros día a día, ¡y la mayoría de ellos son muy beneficiosos! Nos ayudan a ejecutar funciones que nuestras células aún no han desarrollado, nos ayudan a luchar contra la invasión de patógenos, están en perfecto equilibrio y comunicación con nuestra piel. Cada persona tiene una microbiota distinta, que queda determinada desde el nacimiento, y varía en función de la edad, el estilo de vida y del entorno. Además, las bacterias son distintas en cada zona de nuestra piel, adaptándose a sus características y función.

Cada vez se está observando más, como determinadas enfermedades de la piel, como psoriasis, dermatitis atópica o heridas crónicas están asociadas con una alteración de la diversidad de las bacterias, produciendo así una disbiosis. 

Y por si fuera poco, la piel y el sistema nervioso tienen un origen embrionario común llamado ectodermo, y explica en gran parte la relación tan estrecha que mantiene la piel con las emociones y lo estados de ánimo. ¿Nunca te has enrojecido cuando tenías vergüenza o ira, o te has erizado con el frío o ante una caricia…?  La piel tiene muchos receptores sensoriales, por lo que en el momento en el que se entra en contacto con diferentes estímulos las respuestas emocionales son inmediatas.

Entonces… ¿tú cómo cuidas tu piel? Es importante el jabón con el que la lavas y el cómo la lavas, si usas cosmética y qué cosmética es, cómo te hidratas tanto de forma interna como externa, qué comes, cómo duermes, cómo la proteges del frío o del sol, si haces deporte, si la expones a tóxicos, si permites eliminar la piel dañada a través de pellings o exfoliantes para que se pueda regenerar, si controlas las manchas o lunares… ¿Cuidas todas las partes de la piel igual? ¡Recuerda que cada una tiene unas necesidades distintas y son igual de importantes!

¡Déjate acompañar en salud!